¿qué tal, querido parroquiano, o a esta altura debería más bien decir, y permítame la libertad, de llamarle amigo? Según veo no me aparezco por acá desde Julio del año anterior. Es increíble como pasa de rápido el tiempo cuando nos vamos haciendo viejos. Porque si, ahora si puedo proclamarme vieja, porque el cambio de folio me autoriza a jactarme de mis canas y experiencia (¿en qué, en conejitos? así es).
Bueno, vengo por acá no por casualidad después de contar la experiencia con el conejo Django. Puedo decir que el año pasado fue un año brutal, y lo más bonito fue haber sido hogar del conejo libertino por un mes, porque luego pasaron muchas cosas con lo más sagrado que tenemos: el hijo humano.
Lo que fue su último año de escuela fue una montaña rusa, muchas últimas veces para las que se supone estás preparado, pero no es verdad, jamás se está preparado para tanta emoción. Y peor, para emociones malas. Bueno, sin entrar en detalle dramático nuestra cría humana tuvo un encuentro cercano del tercer tipo con la delincuencia. El nivel de trauma familiar no se lo doy a nadie... y esto en medio de los últimos, último día de clases, última presentación de guitarra, etc.. y bueno, luego los demás rituales, ceremonias solemnes, fiestas, viajes, y mi favorito personal: la última vez que asistí al colegio como apoderada para retirar sus documentos. Sonrisas, saludos, hasta luego. No, no hay luego nos vemos. Se acabó.
Pensaba iba a ser maravilloso no más reuniones de apoderados, grupo de whatsapp de curso, de guitarra, conseguir los libros del plan lector. Me equivoqué de una manera impresionante.
Cómo me hubiese gustado comprar un uniforme escolar en verano.
Pero bueno, entre tanta cosa en tan pocos meses, descubrimos también que el joven necesita ortodoncia.
No quedó en la universidad este año; debe seguir en clases de guitarra, sé que le encantaría retomar también las clases de piano, y tiene un violín que apenas ha visto la luz, pero no nos da el bolsillo para más clases (que brutalidad la economía por Crom, y esta familia llena de gatos viejos -esposo y servidora, claro, que nuestros gatos senior se ven joviales comparados a nosotros-). Pero qué importa la universidad, qué importa la plata, qué importa nada. Nuestro retoño está vivo, está todo lo bien que se puede estar después de un hecho complejo y tanto más del paso del cole a humano civil.
¿Y saben qué? Acompañarlo al dentista y al ortodoncista me hizo rejuvenecer un poco.
No sabía que tan duro podía ser este paso; sé que eventualmente tendremos que dejarlo volar por sus propios medios, sé que los besos de buenas noches no son para siempre, como el cuento antes de dormir o caminar de la mano de los papás en la calle, sé que ese día está más cerca que lejos.
Pero atravesaremos ese puente cuando llegue el momento, supongo.
Querido auditorio, tantos años viéndolo tocar aquí |
Y bueno, esto ha sido un ejercicio un poco catártico que había postergado, querido lector. Evité mostrar revistas antiguas o comentar algún libro hasta reunir las palabras y finalmente vomitar esta retahíla de emociones y sensaciones. Porque no sólo soy una acumuladora de libros pulp que se gana la vida dibujando gatitos. Definitivamente, soy humana. Muy a mi pesar.
Si no me gana la vida, espero volver en poco tiempo.
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